Phil Jackson. Siete lecciones, once anillos.
Phil Jackson se consagra como el mejor entrenador de todos los tiempos del Baloncesto gracias a los centenares de votos emitidos por nuestros seguidores.
1. Todo pasa, todo queda.
Como no podía ser de otra manera, tal y como aparece indicado en el capítulo uno de cualquier guía para padres de Dakota del Norte, la Biblia pasó a ser el libro de cabecera del joven Phil. Contra el aburrimiento y la procrastinación, su madre le recetaba versículos. Su padre, hombre también de un solo libro, educó a su hijo convencido de poder convertirlo en un excelente cristiano. En el futuro, Phil Jackson se distanciaría de esta visión de la religión y, tras escarceos con el sufismo musulmán, se aproximó al budismo Zen, del que aún se sigue nutriendo su “credo” como entrenador.
Aun así, este ambiente de espiritualidad terminaría definiendo su camino. Como él mismo confiesa en el libro Once anillos:
“Mi labor como entrenador consistía en darle sentido a una de las actividades más prosaicas del planeta: jugar al baloncesto profesional”.
Phil Jackson
2. “En el centro de la dificultad se halla la oportunidad”.
Un desgarro en la espalda lo alejó definitivamente de su sueño de jugar como pitcher en las ligas mayores de béisbol. Nuevamente la espalda lo dejó impedido una temporada entera en los Knicks, hecho que aprovechó Dave Holzman para emplearlo como ayudante. Se divorció muy temprano de su primera esposa, quien no era capaz de comprender el amor de Phil hacia el baloncesto.
Estaba a punto de regresar a la universidad para concluir sus estudios de psicología cuando Jerry Krause le llamó para ser ayudante de Doug Collins en los Bulls tras una larga travesía entre la CBA (título incluido, amén de unos cuantos experimentos como hacer que todos los jugadores cobraran lo mismo) y Puerto Rico.
Lo habría dejado todo, tras el sexto anillo con los Bulls, de haberle hecho caso a su segunda esposa, que le recomendaba descansar, pero conoció a Jeannie Buss, hija del propietario de los Lakers.
3. Esta copa ya está rota.
Si en algo se especializó Phil Jackson, a lo largo de su carrera, fue en repetir títulos, en desperezar las vanidades satisfechas y autocomplacientes, en recuperar la unidad que el triunfo –en esto no se distingue de la derrota– destruye.
El triunfo puede generar la falsa ilusión de que los cimientos de la vivienda seguirán intactos ocurra lo que ocurra, pero, curiosamente, es tras un abordaje exitoso cuando los piratas reclaman su parte del botín como recompensa tras una larga travesía llena de sacrificios.
Inculcando la idea de la transitoriedad, la atención al momento presente y redefiniendo cada año la visión y la misión de sus equipos, los títulos se fueron acumulando de forma consecutiva tanto en Chicago como en Los Angeles.
4. La única catástrofe verdadera es llegar a casa y comprobar que el whisky se ha terminado (Dave Holzman).
El intento de convertir en trascendente una actividad tan poco trascendente como puede parecer el baloncesto no impide que uno de los principios que guiara la carrera de Phil Jackson fuera el de relativizar los dramas e inundar de humor esos vestuarios cargados de ira y frustración acumulada.
Eso fue algo que aprendió de sus primeros maestros, Bill Fitch, quien le entrenó en la universidad (después ganaría un anillo con los Boston Celtics) y Dave Holzman, su técnico en los Knicks campeones en 1970 y 1973. De aquellos Knicks también aprendió el modo en el que siempre creyó que el baloncesto debía ser jugado. Así, si la defensa quedaba simbolizada como una suerte de conciencia colectiva, el ataque había de partir de la ausencia de egoísmo, es decir, de una rápida circulación del balón.
Sin embargo, con quienes más noches hablando de baloncesto compartió el técnico de North Dakota fue con sus ayudantes Johnny Bach, un técnico de saber enciclopédico, y el recientemente fallecido Tex Winter, inventor del triángulo ofensivo, un arma que permitió a sus equipos ser imprevisibles, cooperar desinteresadamente y alejar el entrenamiento de la crítica, pues toda corrección iba dirigida al perfeccionamiento del sistema, no a cuestionar el desempeño de un determinado jugador.
5. El espacio entre los radios de una bicicleta.
Si no amplías el rango de decisión de determinados jugadores, los límites del equipo coincidirán con los de las imaginaciones particulares de cada uno. El liderazgo ejercido por Jackson a lo largo de los años pasaba por “escuchar sin juzgar”, sembrar la compasión entre los miembros del equipo y en evitar contestar con arrogancia a los comportamientos cínicos y egoístas que en ocasiones tuvo que afrontar.
Phil Jackson entendió pronto que uno de los grandes retos de todo entrenador pasa por despersonalizar la crítica, algo que él consiguió introduciendo metáforas en los discursos y sirviéndose de principios muy claros. Su misión principal fue situar a los individuos en las posiciones que les permitieran sacar a relucir todo su potencial.
Pronto entendió que uno de los grandes retos de todo entrenador pasa por despersonalizar la crítica.
6. Los panes, los peces y Rodman.
Como en toda historia con final feliz, el protagonista tuvo que caminar descalzo por una cornisa, evitar un atropello masivo entre la Quinta y la Sexta y saltar desde el borde de un precipicio. Hubo momentos de extrema dificultad en el camino.
No fue sencillo dirigirse a Michael Jordan para explicarle que habría de renunciar a parte de su anotación para acoplarse a las demandas del triángulo ofensivo, un sistema que el “23” había criticado por su “igualdad de oportunidades”. Tampoco mediar con la ira de su jefe, Jerry Krause, furioso tras la publicación de The Jordan Rules, donde se le atacaba personalmente con datos de cuya filtración acusó a Johnny Bach, ayudante de Jackson. Por no hablar de la negativa de Pippen de salir a la pista cuando su entrenador pintó la última jugada para Kukoc en los playoffs de 1994, de la labor de mediación que llevó a cabo, también con Pippen, cuando saltó el rumor de su traspaso a los Seattle Supersonics. O del regreso de Jordan y la llegada de Rodman, un tipo que lo recibió tirado en el sofá de su casa con gorra y gafas de sol después de haber sido apartado de San Antonio. Y no fue más sencillo mediar en la relación de Kobe y Shaq.
Michael Jordan no llevó bien aquello del Triángulo Ofensivo, porque genera “igualdad de oportunidades”
7. Yo, librar y ganar batallas.
Otra de las fuentes de conocimiento de las que se sirvió Phil Jackson es la sabiduría Lakota, un pueblo integrado en la tribu sioux que vive junto al río Missouri. De ellos quiso rescatar la emoción que les provocaba entrar en combate, visitar el campamento enemigo. Tanto que en muchas páginas y entrevistas ha dicho que uno de los principales objetivos de entrenar pasa por alcanzar el estado de paz interior que es necesario antes de la batalla. Eso y recuperar el sentimiento de hermandad de los soldados, dispuestos a dejar la vida por el otro. También el sentido original del juego, la interconexión que provoca naturalmente entre las diferentes personalidades que intervienen cuando estas dejan de pensar en su reputación o en su próximo contrato.
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