Ojalá fuera esta solo una más de tus maravillosas fintas, esas que precedían a un reverso, y un fade away, o que formaban parte de un up and under indefendible. Cuánto me gustaría despertar mañana y comprobar que en realidad no ha pasado lo que ha pasado, que solo intentabas comprobar cómo reaccionaría el defensor a tus engaños, para así añadir algún pequeño ajuste en el próximo entrenamiento individual, a las seis de la madrugada.
“De púrpura y oro, Kobe Bryant”, podría ser el primer verso de una canción de Sabina, si hubiera sido el baloncesto su secreta pasión, y no los toros. De blanco inmaculado, por cierto, vestías la noche de los 81 puntos frente a Toronto, hazaña que disfruté en diferido. De amarillo muchas otras, es verdad, también cuando le ganaste a mis Celtics, muy bien acompañado por Pau Gasol, el séptimo partido de las finales de 2010, que vi en directo. Pero de púrpura y oro quiero recordarte esta noche, por ser el verso de una canción por escribir que bien podría relatar una época, la de la NBA post Jordan, la de los últimos románticos, la de nuestra marchita juventud.
Querido baloncesto se titulaba la carta con la que te despediste del profesionalismo y cuya letra quedó impresa en un corto de animación galardonado en los Oscar. Al menos el reloj de posesión de la cancha anuncia lo que queda hasta el final. En esa cuenta atrás, en esos clutch moments, cuando el segundero se aproximaba al cero, todos te esperábamos y siempre apareciste, aunque erraras en alguna ocasión.
Me consuela saber que permanecerá intacto tu legado, que podremos acudir al infinito archivo de Internet para repasar tus partidos. Seguro que pronto, algún pequeño fan, si no es ya jugador profesional de baloncesto, clonará tus movimientos e intentará desplazarse por la pista con la misma actitud desafiante. Pero duele saber que no estarás ahí para verlo y dar tu bendición.
Como duele imaginar la vasta colección de historias que se han ido contigo en ese helicóptero, todas las lecciones que podrías haber transmitido, también a nosotros, entrenadores de baloncesto, quienes no podremos preguntarte por qué de esta manera y no de esta otra, por qué ese corte, por qué esa pausa o ese cambio de ritmo. Tantos porqués.
De verdad, Kobe, no hace falta que prolongues esta farsa. Nunca fui demasiado fan de tu juego, lo reconozco, me costaba aceptar tu selección de tiro, el modo en el que liderabas a tus equipos. Pero no nos hagas esto. Ya hemos perdido la posición y estamos en el suelo, nos hemos comido tu fantástico in & out y no hay manera de recuperar el equilibrio. Ya puedes coger el camino al aro y encestar, no tienes oposición, no estamos mentalmente preparados para afrontar este desafío. Por favor, Kobe, da una rueda de prensa mañana y dinos que no es verdad, que sigues vivo y amando, como siempre amaste, el baloncesto.