Si uno jugara a anticipar el contenido de un libro escrito por Kareem Abdul Jabbar, máximo anotador de la historia de la NBA, sobre John Wooden, entrenador más galardonado del baloncesto universitario, casi daría por hecho que se trata de un manual sobre el triunfo o que, al menos, de algún modo, ha de incluir la receta de la victoria, esa que cocinaron tantas veces, juntos (tres títulos consecutivos con solo dos partidos perdidos en UCLA) y por separado, el maestro de Indiana y su pupilo neoyorquino.
Pero no. Coach Wooden and me, our 50 year friendship on and off the court (Grand Central Publishing, 2017) es, antes que nada, el homenaje que le brinda uno de los más influyentes deportistas de todos los tiempos a su entrenador, ese hombre blanco y perfectamente peinado que se plantó en Nueva York para visitar al mejor jugador de instituto del país en su propio apartamento y hablarle a sus padres de criterios académicos y pedagógicos, lo que finalmente los convenció de embarcar a su único hijo en un vuelo con destino a Los Angeles.
También un compendio de filosofía de inspiración religiosa y poesía en lengua inglesa, pues si de la primera tomó las parábolas y los valores, la segunda le brindó las metáforas necesarias, como este verso de Robert Browning: “a man´s reach should exceed his grasp. Or what´s a heaven for?” (el destino de un hombre debería sobrepasar su entendimiento. ¿Para qué hay un cielo si no?). Y un libro de aforismos, por supuesto, Twitter antes de Twitter, ya saben eso de “worry about your character, not your reputation” o ese otro que dice “Failing to prepare is preparing to fail”. También Cicerón antes de Cicerón, pues no deja de ser un tratado sobre la improbable amistad, tejida más en los momentos amargos que en las noches de éxito, entre un hombre blanco del Medio Oeste y un afroamericano neoyorquino treinta y siete años menor que en su tercer año de universidad se convierte al Islam y practica el activismo político en defensa de las minorías renunciando, por ejemplo, a defender a su país en los Juegos Olímpicos de 1968.
A los hombros de estos dos gigantes, a través de las páginas de este The New York Times Bestseller, uno va recorriendo la historia de Estados Unidos, de la que surge como rama inseparable el baloncesto, por el que tanto hicieron el uno y el otro, aunque muchas veces no estuvieran de acuerdo en el modo (Wooden participó en la comisión que acordó prohibir los mates en la competición universitaria, pero, a cambio, luchó para que se instaurase el reloj de posesión). Baloncesto que, en sentido estricto, también queda fuera del eje del libro, pues apenas se detallan un par de partidos, unos pocos aspectos técnicos: cómo contribuyó Wooden a modificar el sky hook que Kareem había aprendido de la mano de Jack Donahue, su entrenador en el instituto o cómo a pesar de ser reacio a determinadas innovaciones técnicas consintió que su equipo practicara el “lob pass” para completar los contraataques.
Lo que sí es esta pequeña joya es un libro de obligada lectura para entrenadores, al menos para todos aquellos que pretenden ir un paso más allá en la experiencia en los banquillos.
Lo que sí es esta pequeña joya es un libro de obligada lectura para entrenadores, al menos para todos aquellos que pretenden ir un paso más allá en la experiencia en los banquillos. Puede que los estándares morales y los criterios pedagógicos de Coach Wooden parezcan, por rígidos y exagerados, un tanto anacrónicos. A lo mejor es una verdadera locura dedicar las mismas horas a planificar una sesión que a ejecutarla, absurdo invertir el primer día de entrenamiento a enseñarle a los chicos a estirar sus calcetines y atar sus cordones o ingenuo pensar que la mejor forma de acabar con un enemigo es convertirse en su amigo.
Aun así léanlo. Empápense de la sabiduría de un hombre que podía haber muerto –en su lugar lo hizo un amigo muy próximo– de no haber contraído una apendicitis que le libró de subirse a un buque que fue derribado por un kamikaze en plena II Guerra Mundial. O con el ánimo de aprender los valores que impregnaban todas sus enseñanzas. O porque, siguiendo esta frase de Hemingway que tanto le gustaba repetir al maestro: “A medida que nos hacemos mayores es más difícil creer en los héroes, aunque sea igualmente necesario”.