¿Cómo enseñar a tus jugadores jóvenes a prepararse para las batallas psicológicas de la competición? En este artículo trataremos a partir de cuatro casos de estudio, cómo preparar mentalmente a los jugadores para la competición.
Igualados a dos sets, Jim Courier sacaba con 2 a 1 y 30-0 en el cuarto juego del quinto parcial de la final del Roland Garros de 1993. Tras un largo intercambio de golpes entre el revés de Sergi Bruguera y la derecha invertida del norteamericano, una bola más profunda de este obligó al español a defenderse con una bola alta que este supo aprovechar para, de nuevo con una derecha invertida, sacar al oponente del centro de la pista y contraatacar al ángulo contrario, donde parecía imposible llegar. Sin embargo, Bruguera, tras recorrer de lado a lado el foso parisino, golpeó, aunque desequilibrado, una derecha liftada, “una bola más” que Courier falló en el intento de encontrar el contrapié con un ángulo corto a la zona de la derecha. En el siguiente punto, un globo de revés del español certificó el 30-30. Bruguera ganó el juego, sumó cinco seguidos, y se puso a tiro de su primer Grand Slam.
Como entrenadores de formación, debemos educar en el optimismo, enseñar a nuestros jugadores a librar las batallas psicológicas del día a día, también las de cada partido
Nadie sabe cuál va a ser el punto psicológico que desemboque en una gran remontada, pero todos estaremos de acuerdo con Jorge Valdano cuando afirma que el fútbol, y por extensión el deporte, es un estado de ánimo. De ahí que debamos jugar cada punto, con independencia del marcador, como si este fuera a suponer el momento de inflexión de un partido, el desmoronamiento definitivo del oponente. Como entrenadores, y entrenadores de formación, debemos educar en el optimismo, enseñar a nuestros jugadores a librar las batallas psicológicas del día a día, también las de cada partido. Es muy necesario, por tanto, saber cómo preparar mentalmente a los jugadores para la competición.
Para ello, dado que no soy un experto, me he querido fijar en cuatro grandes remontadas, en cuatro situaciones que hubieran conducido al precipicio a cualquier deportista o equipo poco preparado psicológicamente, poco acostumbrado a un esfuerzo cotidiano de disciplina y concentración, ese que detiene el metapensamiento, el metadiscurso en el que se rebozan (“qué malos somos”, “la culpa es de”, “si hubiéramos hecho esto”) los equipos perdedores, las personas conformistas, las personalidades pesimistas y negativas que nunca querríamos a nuestro lado en la derrota o la crisis, pues serían incapaces de juzgarlas como pasajeras, impostoras o partes de un proceso. Acudo a todos los deportes y no me ciño únicamente a situaciones puntuales, sino también a temporadas que, de repente, cuando nadie lo esperaba, culminaron con un triunfo.
1. Una remontada que evita un despido y vale una liga.
A las seis de la tarde del 15 de diciembre de 2001, el Valencia C.F. era un equipo derrotado. Recuerdo estar siguiendo aquel partido, más bien una sentencia condenatoria, a través de la radio. La directiva del club busca entrenador, decían, el proyecto Benítez ha fracasado. El 27 de abril, diecinueve encuentros después y frente al mismo rival, el Espanyol, el Valencia C.F. conseguía matemáticamente, tras 31 años de sequía, su quinta liga. Decidieron las individualidades y los estados de ánimo de unos y otros, rezaba la crónica de El País tras el 2-3 final en Montjuic que mantuvo a Benítez en su puesto.
2. Rocky, más terrestre que nunca.
El 23 de septiembre de 1952 Rocky Marciano besó la lona por primera vez en su carrera. Un gancho de izquierdas de Joe Walcott tuvo la culpa. En liza el título de los pesos pesados, un título que este había heredado del mítico Joe Lewis y que ahora, a sus 38 años, ponía en juego ante un oponente mucho más joven e inexperto. La pelea fue un monólogo del campeón, quien, además de tumbar a su oponente le ocasionó un corte en el párpado del ojo izquierdo, lo que dificultó su visión. La diferencia de puntos era tan notable al inicio del decimotercer asalto que a Rocky solo le valía un K.O. para llevarse el cinturón, algo que logró con un gancho de derecha, probablemente el último que podía haber lanzado aquella noche.
3. El tiburón cazado por un gentleman inglés.
No hay un deporte como el golf en el que el jugador tenga tanto tiempo para pensar entre punto y punto. En el ajedrez hay un reloj, en el tenis un oponente al otro lado de la red, en el béisbol una bola en movimiento, lo que implica una reacción instintiva. No hay tortura más eficaz, cuando las cosas no están marchando bien, que el paseo entre swing y swing o la visión de la bola, apoyada en el campo, esperando ser golpeada. De ahí que sean tan comunes las remontadas… Y los colapsos. En esta última categoría, uno de los más famosos es el de Greg Norman, apodado como “tiburón blanco” en la última ronda del Masters de 1996, en la que salía con seis golpes de ventaja sobre Nick Faldo, a la postre campeón. El inglés puso presión y el australiano terminó solicitando clemencia tras haber descontado mentalmente la victoria y ver cómo, poco a poco, esta se le iba escapando sin remedio. El verde de la chaqueta cegó sus ojos y bloqueó su juego habitual.
4. Y finalmente… “Thrilla” in Vitoria
69-61 y 50 segundos de juego para que el Tau consiga el título de la ACB 2005. Sonko acababa de realizar lo que cualquiera podría haber juzgado como una de esas típicas faltas de la frustración. Maljkovic se mantiene de pie, con una mano posada en su barbilla, al pie de la pista. Fotsis y Gelabale intercambian posiciones en el rebote. Scola, tras lamentarse por fallar el primer tiro libre, anota el segundo. El Madrid sigue jugando aunque en el Buesa ya celebran. Prigioni sube la línea de presión para evitar un saque largo, que avance metros y ahorre tiempo. Macijauskas no respeta a Gelabale, quien permanece todo el ataque sin marca y termina anotando un triple. Herreros molesta el saque rápido de Calderón de manera no reglamentaria. El árbitro hace sonar el silbato y reclama el balón.
Ivanovic pide que sean solo dos los receptores, lo que a la postre es una buena decisión. Con un pase de vuelta a Calderón, el sacador, han superado sin problemas la presión. Macijauskas decide atacar el aro y le dobla un balón a Scola en lo que parece una canasta regalada, que falla en el intento por terminar aro pasado. Scola se ha dejado tres puntos por el camino, Macijauskas, con su indisciplina, ha regalado un triple y varios segundos al oponente.
¿Por qué Macijauskas no juega con el reloj?
El inesperado tiro ocasiona una muy mala situación de balance que el Real Madrid, gracias a la inteligencia de Herreros, sabe aprovechar a través de Hamilton, quien castiga un closeout muy largo (Tau no quería un triple bajo ningún concepto) para anotar una bandeja, en lo que supone una demostración de temple y sabiduría. Tras esta canasta, Travis Hansen decide sacar rápido. Esta vez son tres los receptores que acuden y Prigioni, tratando de evitar una falta rápida que pare el tiempo, se deshace del balón mandándolo fuera, delante de su propio banquillo.
Ivanovic, aunque ostensiblemente nervioso, no se queda en el error y ordena hacer falta cuando aún quedan 17 segundos. Es decir, acude al manual de los finales de partido y trata de enfocar a sus jugadores en lo siguiente, pero no es capaz de conseguir una comunicación efectiva con ninguno de ellos, siendo incapaz de comprender las palabras que su ayudante intentaba dirigirle. Scola yerra en el intento de hacer falta, algo que sí consigue hacer Prigioni, deteniendo el reloj en los 13,7 segundos. En este intervalo varios jugadores del banquillo se llevan las manos a la cabeza o se la cubren con una toalla. Recordemos la posición ventajosa: 3 puntos arriba, dos tiros libres en contra y posesión. Por cierto, la falta supone la eliminación de Prigioni. Entra Splitter para cerrar el rebote. No será una cuestión baladí.
Hay una asignatura pendiente que sacará más jugadores adelante que cualquier detalle técnico o táctico
¿Por qué sacó Splitter?
Sonko anota el segundo tiro libre, pero nadie ha dado órdenes para el saque, luego los jugadores proceden como es habitual. Coge el balón Splitter, 20 años, tres receptores acuden muy cerca de la línea de fondo, y el brasileño se quita de encima el balón (pueden observar la mecánica de pase y lo poco preparado que estaba Splitter para estar en la pista) ante el temor de la infracción de los cinco segundos. Como la bola no es tocada por ningún jugador, el Real Madrid sacará de fondo. Sonko solicita una toalla y pone la bola en juego con un pase de seguridad a Fotsis. Un pick and roll orientado hacia la mano derecha (lado de uno) provoca un cambio y una innecesaria finta defensiva de Macijauskas, quien “regala” un nuevo triple al Madrid, un triplazo de Alberto Herreros.
A duras penas Ivanovic consigue que Calderón no saque y pueda ser el receptor, en carrera, del primer pase. Sigan, si quieren, la secuencia de movimientos de Macijauskas, desapareciendo de la escena, haciéndose muy pequeñito a pesar de ser uno de los mejores anotadores del momento. El Madrid siguió jugando, limitó sus errores, se mantuvo enfocado en la tarea y el Tau acusó, además de la falta de tiempos muertos, la incapacidad para establecer una comunicación efectiva en la pista a través de la cual fijar un plan a seguir que les hubiera dado la tranquilidad y la confianza necesarias para levantar el trofeo.
En un entorno de alta presión, pequeños detalles y pequeñas asunciones erróneas (“vamos a perder”, “no puede ser verdad”) marcaron el devenir de un partido decisivo. Y todavía nos preguntamos por qué cometen errores nuestros jugadores de formación o por qué no somos capaces, como entrenadores, de mantener la sangre fría y juzgar con clarividencia lo que está por venir. En fin, aquí hay una asignatura pendiente que sacará más jugadores adelante que cualquier detalle técnico o táctico. O bueno, también podemos rendirnos, una vez más, y decir que los ganadores nacen y no se hacen. O que todo es obra del destino, que quiso que fuera así.