Guapo, fuerte y formal. Y blanco, y hombre, esta es la verdad, aunque ya son algunas las excepciones, al menos en lo que se refiere al color de la piel. Este es el perfil de la mayor parte de cómo son los perfiles de Directores Deportivos en la NBA, los máximos responsables de los despachos de estas grandes corporaciones, situadas a la vanguardia, no solo del deporte, sino también de los negocios.
Aunque a veces acompañados de un director de operaciones, en sus hombros reposa el destino de las organizaciones, tanto en la parcela deportiva como en la puramente empresarial. Elegidos por los ejecutivos, los hombres del dinero, y al frente de un ingente y bien preparado equipo de colaboradores, los GM toman decisiones sobre la plantilla, sobre los cuerpos técnicos y también sobre la dirección estratégica de la franquicia en aspectos más ligados a la gerencia.
Los DIDE: Funciones variadas, múltiples procedencias
Esta variedad de funciones explica en buena medida las diversas procedencias y los distintos itinerarios formativos, aunque en muchos de ellos, antes o después, suele hallarse formación específica en “sports management”. Es decir, el deporte, también el baloncesto en cuanto tal, cuenta con una serie de especificidades que explican y justifican la existencia de formaciones muy concretas y acotadas en lo relativo a su naturaleza, normativa (escrita y no escrita) o filosofía que deben ser conocidas por los DIDE.
Sin embargo, a raíz del reciente nombramiento de Brad Stevens como sucesor de Danny Ainge al frente del “front office” de los Boston Celtics, en una suerte de sucesión monárquica, he querido estudiar y conocer un poco más a fondo la procedencia de los actuales DIDE de los equipos NBA. Y tres son, a la vista de esta breve investigación, las fuentes principales: la empresa privada, la pista y los banquillos, aunque muchas credenciales beben de las tres.
De la empresa privada a los despachos
Contra todo pronóstico, quizá, es este el grupo mayoritario. Hasta 16 DIDE actuales se formaron primero en el campo de la empresa privada antes de aterrizar en un equipo NBA. Ello no excluye una relación íntima con el baloncesto, deporte que, en su mayoría, practicaron y/o enseñaron en su infancia y juventud. Sin embargo, su principal seña de identidad es el paso previo por la empresa privada, principalmente marcas deportivas o agencias de representación.
En sus backgrounds encontramos carreras relacionadas con la economía o las leyes (que en USA exige una formación previa). También hallamos un predominio de universidades de prestigio, tanto del Atlántico como del Pacífico. Entre los casos más curiosos podríamos quedarnos con el de Rafael Stone, encargado de la gestión del Toyota Center antes de asumir tareas de despacho en Houston Rockets. O con el de Neil Olshey, con formación actoral, y que antes de instalarse en las oficinas de los Portland Trail Blazers también dirigió el programa de desarrollo de jugadores de SFX SPorts.
Algunos casos de estabilidad y éxito
En este grupo encontramos también los casos de mayor estabilidad y continuidad en el tiempo. Sam Presti, OKC Thunder, prácticamente se ganó un contrato vitalicio con la elección de Kevin Durant en el draft de 2007. Y Andy Ellisburg, Miami Heat, lleva en la franquicia desde 1988, ascendiendo posiciones de la mano de su buen amigo Erik Spoelstra.
Lo cierto es que este tipo de procedencia, digamos más profesional, ha empezado a ser la mayoritaria, lo que quizá implique un cambio de rumbo en los dueños de las franquicias, una mayor conciencia de lo que hacen y de lo que está en juego. No en vano, Bobby Webster, licenciado en economía, fue el primer fichaje del nuevo dueño de los Toronto Raptors, Masai Ujiri. Desde entonces, la profesionalización de la plantilla, su posicionamiento como marca de prestigio en la liga y, sobre todo, en Canadá. Y, como consecuencia lógica, un anillo de campeones.
De las pistas a los despachos
No inmediatamente, no al menos al puesto de máxima responsabilidad, pues siempre se suelen orquestar fórmulas de mentoría y aprendizaje. Y casi siempre acompañados de una formación complementaria a la universitaria, durante su período en el college. Lo cierto es que en esta lista encontramos numerosos casos de éxito, el más reciente el de James Jones, cuyos Phoenix Suns se encuentran a solo dos victorias de la final de la NBA.
Su caso sí que es el de un ascenso vía promoción interna, dentro de la organización. Sin embargo, en otros, como el de Sean Marks (Brooklyn Nets), vemos pasos por varios equipos (empezó en San Antonio Spurs, donde antes había sido jugador), y una formación específica (un MBA en este caso). También cuenta con formación específica en sports management Mitch Kupchak, artífice de los dos anillos conquistados por la dupla Bryant-Gasol en LA Lakers.
En la carrera para ser DIDE Los ex jugadores parten con ventaja
Otros, en cambio, como Trajan Langdon, ex jugador de Duke y CSKA, dieron el salto previo paso por funciones relacionadas con el scouting y los banquillos, en los que actuó como asistente. Es decir, parece que hay una cierta ventaja comparativa para quienes han sido jugadores de éxito, hecho que conduce a una presunción de competencia o conocimiento del medio. Sin embargo, este hecho no es suficiente y casi siempre exige de una formación previa y, sobre todo, de una suerte de mili en los despachos, bien como responsable de personal, bien como asistente del GM anterior.
De los banquillos a los despachos
Aunque muchos de estos nombres contaron con una carrera previa en el baloncesto colegial, lo cierto es que este hecho apenas ocupa unas breves líneas en sus currículos. Incluyo, por lo tanto, a aquellos que antes de instalarse en los despachos fueron, ante todo, entrenadores.
Aunque no tan extensa como la anterior, es esta una lista también larga que incluye nombres como los de Troy Weaver, Detroit Pistons; Chad Buchanan, Indiana Pacers o Scott Perry, al frente de los Knicks desde 2013. El denominador común de todos estos casos es una carrera larga y paciente desde tareas relacionadas con vídeo y scouting hasta los puestos de asistente, incluso primer entrenador, en programas universitarios de éxito.
Una vez dado el salto, también ellos tuvieron que pasar varios años como asistentes de los DIDE, sumando méritos a través de operaciones exitosas en los mercados, principalmente de jugadores.
El (no tan) extraño caso de Brad Stevens
En este nicho concreto nos encontramos con Brad Stevens, un entrenador que ya fue condecorado, en su momento, como uno de los mejores estudiantes del país y que comenzó sus días profesionales en la empresa privada.
Stevens entró como voluntario en el programa de baloncesto de Butler, donde pronto pudo demostrar sus méritos y escalar hasta el puesto de primer entrenador, desde el que rozó la gloria deportiva en dos finales consecutivas de la NCAA.
Con estas credenciales se presentó en Boston para hacer remontar un programa que se había quedado estancado tras los éxitos del último big three, hecho que solo ha podido conseguir a medias, tras el hundimiento del proyecto que estaban llamados a liderar Horford, Irving y Hayward.
En sus manos ha estado rodear a Jayson Tatum y Jaylen Brown de la mezcla idónea de jugadores para ganar un anillo. En el horizonte, además, tras esta operación “padrinesca” el mantenimiento del legado de Red Auerbach como franquicia más laureada de la liga.