Ayer tarde tuve la oportunidad de reunirme con los entrenadores de un club del entorno de Salamanca y exponer algunas ideas sobre la necesidad de un currículo paralelo al de los equipos y al del propio club. Todo equipo que tenga un equipo senior con expectativas y objetivos competitivos, debe trabajar para el futuro pensando más en jugadores que en conjuntos, más en etapas y períodos formativos que en temporadas. Debe creer en el proyecto de jugador como documento y guía de actuación.
La detección del talento
Todo empieza por detectar el talento, ver más allá de lo evidente e inmediato, llegar a conclusiones a las que no podría llegar un aficionado. En la charla hablé de tres, pero podrían ser otros, lo importante es darse cuenta. El primero sería el talento competitivo, observable, por ejemplo, en que odia perder (le importa), juega por encima del umbral del dolor y el cansancio y entrena más que los demás (llega el primero y aprovecha cualquier espacio para entrenar, no se va hasta que apagan las luces y retiran las canastas,…).
El segundo sería el talento atlético, resumible en el aforismo olímpico del citius, altius, fortius, en la coordinación y la propiocepción y la resistencia, a veces denostada, pero que está claramente correlacionada con la calidad de los esfuerzos y su acumulación, tanto en entrenamiento como en partido.
Finalmente, hay un talento específico, que tiene que ver con la capacidad para percibir y comprender los espacios, la creatividad y la imaginación para resolver problemas y que también entronca con la cultura baloncestística, muchas veces aprendida en casa.
El proyecto de jugador
Detectado uno de estos talentos, hay que empezar a trabajar en el proyecto de jugador, planteando y consensuando con el conjunto de la dirección técnica el modelo de jugador que puede llegar a ser, partiendo de la premisa de que no todos tienen que ser Luka Doncic, una cuestión en la que insistí, pues creo que echamos muchas horas procurando que todos tengan una relación exquisita con el balón, cuando hay muchos jugadores que son increíblemente valiosos sin tener que dominar mil recursos sobre bote.
Todo equipo que tenga un equipo senior con expectativas y objetivos competitivos, debe trabajar para el futuro pensando más en individuos que en conjuntos
El proyecto de jugador debe plantear metas ambiciosas y sin plazos cerrados: la progresión a buen seguro no será lineal y no sabemos cuál será la última palada antes de descubrir el tesoro. También propuse la utilización de escenarios y modelos para, sirviéndonos del vídeo, materializar la promesa. Finalmente, insistí en que a estos jugadores deberíamos procurarles oportunidades para entrenar más y mejor, pues con el entrenamiento de enfoque claramente grupal, pensado para el individuo mediano y sus habilidades mediocres, puede llegar a destacar, únicamente, el jugador que lo hubiera hecho en nuestro club o en cualquier otro.
Las decisiones estructurales
Desarrollar jugadores debe ser una tarea de todo el club y no una tarea cualquiera, sino la principal. Para ello, es importante romper los criterios biológicos y las categorías cerradas: el itinerario del jugador no puede quedar confinada por cuestiones tan triviales. Formar parte del equipo correcto no tiene nada que ver con cubrir necesidades (el junior, que necesita gente para entrenar en exámenes) o hacer más competitivas a generaciones en las que el jugador, literalmente, se pasea.
En cuanto que tarea de todo el club, este debe poner todos los recursos humanos a disposición del jugador. Mi propuesta pasa por una especialización, por que los entrenadores deban presentar cada trimestre un proyecto sobre áreas distintas (enseñanza del tiro, desplazamientos, uso del vídeo en la mejora del conocimiento del juego, motivación, acompañamiento,…) y que se procuren ámbitos para que puedan transmitir este conocimiento específico, seguramente en el marco de entrenamientos mixtos: técnico-tácticos, físicos, mentales,…
También creo que un club que quiera sacar jugadores debe tener una instalación y un cuerpo técnico de guardia durante el verano (bastaría con plantear rotaciones semanales) para desarrollar planes de verano. Calculábamos en 24 meses, casi 3 temporadas, los veranos que van desde prealevín hasta el último año junior.
Finalmente, creo que hay que llegar a consensos con las familias para que estas refuercen los mensajes, amparen el trabajo, exijan y, al mismo tiempo, se muestren fieles y leales en su posterior toma de decisiones. Aunque claro, todo ello depende del tejado, paradójicamente los cimientos de esta casa, pues la meta debe ser ambiciosa para que todo el mundo encuentre el aliciente necesario para trabajar por encima de sus posibilidades.
El itinerario
Aunque todas las etapas se solapan de alguna manera, pues no hay categorías estancas ni un camino tan bien trazado como podemos llegar a diseñar sentados en la oficina, creo que hay que tener en mente el siguiente plan de acción, sin tener prisa por avanzar en las cuestiones más específicas. Mi tesis, en este punto, es que si el jugador tiene uno de los talentos mencionados, un amplio bagaje de experiencias procedente, muchas veces, de distintos deportes y ámbitos (también, por qué no, teatro, baile,…) y una base física completa y suficiente, la adquisición de las destrezas propias del baloncesto puede llegar a ser algo sencillo.
Formar jugadores que sumen
Finalmente, al tradicional lugar común que dice que los mejores entrenadores deberían entrenar en mini (en el que yo no creo, pues pienso que en mini debe estar el mejor entrenador de mini), yo añadiría otro: que todos los entrenadores del club pasen a ver entrenar al primer equipo, que hablen con el entrenador y conozcan los jugadores que aportan valor, que ayudan al equipo a anotar y evitar canastas, que contribuyen, por lo tanto, a la victoria.
Entonces, muy probablemente, dejaríamos de entrenar a todos para que sean Ricky Rubio o Luka Doncic, hecho que sucede a menudo con circuitos de habilidad con mil y un conos repartidos por la pista. Ello sin renunciar a principios básicos, tal y como acordamos durante la charla y que deben estar presentes en el proyecto de jugador: dos serían los principales tras ver el ejemplo de dos jugadores que nos pueden servir como modelo, Klay Thompson y Draymond Green, y son el conocimiento del juego y la versatilidad (poder defender un missmatch significa poder atacarlo). Un tercero pasaría por poder ser una amenaza, preferentemente de tiro (fundamento principal) o, en su defecto, de pase o juego sin balón.
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