Tras la abrupta interrupción de la temporada pasada, todas las esperanzas e ilusiones estaban puestas en el comienzo de un nuevo escenario una vez finalizara el verano. Ahora, el deporte base está ante su mayor encrucijada frente al estado de alarma.
Mientras los entrenadores se preparaban concienzudamente con nuevos recursos y nuevas ideas para poder dar respuesta a un escenario de pretemporada de extraña normalidad, la normativa llegaba a latigazos permitiendo, luego prohibiendo, luego flexibilizando, luego volviendo a limitar..
En tanto, los entrenadores se reinventaban con entrenamientos sin contactos con mascarillas ahora sí, ahora no, ahora también. Desvelos precompetitivos que a pesar de los pesares, se aguantaban estoicamente en pro de un beneficio mayor, el inicio de las anheladas ligas y poder volver a jugar.
¿Competición o no competición?
En estos dos meses de septiembre y octubre hemos visto como cada región legislaba según le iba mejor, generando una extraña sensación de desigualdad más que evidente. Lo que el “bicho” afectaba en el centro, parecía que no afectaba en el sur, y sí en el noroeste….o viceversa.
Incongruencias difíciles de asimilar por entrenadores y jugadores -también familias-, bastantes desconcertados porque parece que todo esto del deporte de base y el coronavirus viajan en una especie de universos paralelos, donde la normativa política incide cual secante dispuesta a hacerlo todo más complejo, si es que eso es posible.
En algunos lugares ya había fechas de inicio, en otros ni se las esperaba, algunos con mascarilla, otros sin ella…
Nuevo estado de alarma, ¿y ahora qué?
Hoy nos enfrentamos, si cabe, a una mayor inquietud, con un estado de alarma que indica que el deporte base se enfrenta a una encrucijada que no debe -ni puede- resolverse desde la cancha, el campo o la pista. Debe hacerlo desde el sentido común.
Y es que, cualquier argumento que mantenga que los centros educativos deben seguir abiertos, no debería ir en contra de que el deporte de base no pueda continuar. O al menos eso dice el sentido común.
Sin embargo, la propia naturaleza del esfuerzo físico necesario para entrenar y competir choca directamente con la obligación de las medidas exigidas de seguridad sanitarias. Pero si hay que remangarse, el deporte base ha sido capaz de hacer protocolos a veces muy difíciles de aplicar, nos remangamos todos.
La importancia del deporte base también en el estado de alarma
El también llamado #DeporteInvisible (@Miguelpanades dixit) merece como poco el mismo respeto que el deporte profesional. Ya sabemos que no hay en juego cifras millonarias de grandes millonarios, lo que hay son cifras millonarias de participantes.
Piensen que está en juego la salud física y mental de nuestros niños, de nuestros jóvenes y de los adultos que lo practican a millares. Esto es más que política, esto es futuro de país… que no sea por esperanza.
#ElDeporteInvisibleExiste.