Rubén ha aprobado la oposición. Mario, que solía tener problemas con los estudios, ha terminado el bachillerato. Me lo cuentan sus padres, no sin cierto orgullo. Ha quedado con Dani, por cierto, siguen siendo amigos desde entonces.
El reto de atraer y fijar vocaciones
Estoy seguro de que si cambio los nombres, la ciudad y las circunstancias, todos vosotros os podéis reconocer en la alegría que sentía ayer hablando con un antiguo jugador y los padres de otro. Estoy seguro de que, como yo, percibís parte del éxito de vuestros antiguos jugadores como propios, no por arrogarnos méritos que no nos corresponden, sino por saberlos bien encaminados. Por otra parte, ya no me da vergüenza reconocer que me alegro cuando se hacen árbitros (se os quiere). Y ni os digo cuando deciden hacerse entrenadores y aceptar el reto, cada vez más complejo, de atraer vocaciones a nuestro deporte.
Coincido con David Barrio cuando hablaba de la dificultad de atraer interesados, en primer lugar, y de fijarlos al deporte. Pero añado más, el gran reto es conseguir que salgan amándolo como el primer día, aunque lo hagan de distinta manera.
Canteras de ciudadanía
Un porcentaje mínimo de jugadores llega al deporte con la determinación de jugarlo profesionalmente el día de mañana. Un porcentaje mínimo de los que sí lo hacen, lo lograrán. Ello, que no debe impedir en ningún caso que la exigencia sea máxima, nos debe hacer reflexionar, en cambio, sobre el sentido de lo que hacemos. Incluso los lugares llamados a sacar jugadores o “alimentar” primeros equipos, son canteras de ciudadanía antes de nada.
Cuando dirigimos conjuntos es tentador generar categorías, poner etiquetas, comparar, son técnicas que nos permiten simplificar la realidad para tratar de explicarla
Lamentablemente, este año nadie va a poder evaluar la temporada en términos de trofeos o reconocimientos. La CoVid nos ha privado de las finales autonómicas y los campeonatos de España, fiestas donde los equipos compiten por ser los mejores, lo que está muy bien, ojalá el próximo año puedan celebrarse. Nada como la adrenalina que generan la expectativa de la victoria y, más aún, el temor a la derrota como aliciente y motivación para arrancar y mantener activos procesos de alta demanda física y emocional.
La evaluación de la temporada
¿Entonces qué? ¿Cómo te ha ido la temporada? Urge igualmente llevar a cabo la evaluación y una parte de sus conclusiones debe proceder del grado de conocimiento de los jugadores, de sus expectativas y temores. En otros contextos, aunque defiendo la perspectiva colectiva de la enseñanza del baloncesto como deporte de equipo, he criticado que nos dediquemos exclusivamente a entrenar conjuntos, que las planificaciones sean únicamente grupales, que no atendamos la diversidad propia de un vestuario en términos fisiológicos, sociológicos y psicológicos. Tenemos que pasar más tiempo con los jugadores, sobre todo en contextos informales en los que no se sientan juzgados.
Entrenar equipos y… jugadores
Precisamente, cuando dirigimos conjuntos es tentador generar categorías, poner etiquetas, comparar. Son técnicas que nos permiten simplificar la realidad para tratar de explicarla. Sin embargo, debemos ser conscientes de lo que se queda en el camino, de lo que se cuela entre los dedos. Además, sucede que muchas ocasiones lo que nos llevó a ser entrenadores no es la vocación docente, sino el gusto por nuestro deporte que practicamos o seguimos por televisión. Por esta razón, son sus conceptos, sus reglas escritas y no escritas las que guían el proceso de enseñanza y evaluación. Y esto no está mal, no mientras seamos conscientes de esta reducción de la fotografía global del juego.
Tenemos que pasar más tiempo con los jugadores, sobre todo en contextos informales en los que no se sientan juzgados.
De ahí que en este final de curso, el más raro de cuantos hemos vivido, con muchas pistas y campos aún cerrados y la terrible perspectiva de un verano sin “pachangas” en el horizonte, a escasas tres semanas de que nos reunamos en Valencia los amantes del baloncesto para seguir aprendiendo, os invite a hacer una evaluación global de lo que hacemos. A pensar en nuestra minúscula influencia, salvo excepciones, en nuestra pequeña participación en la mejora de la sociedad y, sin embargo, en el enorme papel que jugamos en la biografía de centenares y miles de jugadores. Sí, deportistas, cobren o no por hacerlo, tengan quince u ochenta años.