Si viajamos atrás en el tiempo, y viésemos uno de esos “time lapse” del concepto deporte, siempre lo veríamos asociado a su rendimiento físico, haciendo honor del “Citius, altius, fortius“; pero raro sería encontrarnos referencias a cómo es la mente del deportista.
Esto ha generado especialmente en los últimos 50 años en una catarata de estudios, investigaciones, carreras, profesiones, expertos, productos, alimentación, materiales,… Todos ellos con el objetivo de la performance del deportista.
Sin embargo, quizás por la propia magnitud que el deporte profesional tiene en la actualidad y, por qué negarlo, de la ingente cantidad de información de la que se dispone, en los últimos años se han puesto de manifiesto -aunque todavía con cuentagotas y gracias a la valentía de algunos protagonistas- de casos referidos a problemas (enfermedades) relacionados con la mente de los deportistas.
Y es que, si para un ciudadano de a pie le resulta tremendamente difícil reconocer problemas de salud mental, cuánto no lo será para un súper deportista foco que miles o millones de personas.
La mente del deportista llevada al límite
Al igual que se entiende que un deportista entrenado de alto nivel es llevado a ciertos límites físicos de su cuerpo – y nadie lo pone en duda-, también debemos pensar que con su mente ocurre lo mismo; y no solo por esas exigencias de soportar esfuerzo, cansancio e incluso dolor, sino que también se ponen en juego otros elementos de una enorme trascendencia para la salud de la mente de los deportistas.
“Perdí la pasión, ya no podía jugar”
Alex Abrines, jugador del FC Barcelona tras abandonar la NBA por problemas de salud mental.
La presión del rendimiento
¿Se imagina que cada día que va a trabajar debería mejorar sus resultados? ¿Incluso que le despidiesen si eso no sucediese a final de la jornada laboral? ¿O que tiene cientos de compañeros más jóvenes que luchan cada día por superarle en sus resultados y quitarle su puesto de trabajo?
Solo así podemos intentar imaginar la exigencia que un deportista profesional, o que aspira a serlo, tiene en su día a día, no solo de la competición, sino de sus entrenamientos.
La motivación infinita y la mente del deportista
Levantarse cada día necesitando dar lo mejor de cada uno, porque solo así puedes mejorar tu cuerpo, tus aciertos, tus porcentajes, tus marcas…
Si pensamos, por ejemplo, en un ciclo olímpico de 4 años, lo que supone entrenar cada día horas y horas para poder mejorar tu marca en tan solo unas décimas de segundo. Sí, ese brevísimo tiempo que pasa al encoger un dedo de su mano (probablemente estés haciéndolo ahora para comprobar lo poco que dura).
Y es que, da solo pereza pensar los sacrificios que hacen muchos deportistas para objetivos tan minúsculos, pero que si ellos no lo hacen, otros en cualquier parte del mundo lo estarán haciendo.
4 años entrenando cada día para mejorar unas décimas de segundo tu resultado.
Objetivo de algunos deportistas en un ciclo olímpico
Sin duda, la motivación es uno de los procesos que más afectan a la mente de los deportistas.
A los ojos un mundo que todo lo ve
No solo es fama, luces y éxito. También son críticas, destierro y olvido.
En un mundo totalmente globalizado y que transcurre a tal velocidad, la mente de los deportistas no escapa de ese ritmo vertiginoso donde hoy es blanco y mañana negro sin que haya pausa para análisis, justificaciones o razones.
“Tenemos que proteger nuestra mente y nuestro cuerpo y no limitarnos a hacer lo que el mundo quiere que hagamos“.
Simone Biles tras abandonar una competición en Tokyo2020
Y va mucho más allá de sentirse observado, de perder toda intimidad, de tener que sonreír todo el tiempo, tener que contestar a todas las preguntas y tener las respuestas perfectas,…
Va también de tener satisfacer a todos en todo momento y en cualquier situación…incluso a uno mismo.
El éxito y el fracaso en la mente del deportista
El éxito -si llega- en la vida de un deportista es tan breve -normalmente- que apenas si lo pueden disfrutar. Ganan y ya están pensando en su nuevo reto.
Pero lo que casi siempre sucede es la derrota, de hecho es lo que más veces ocurre, ya que ganar es algo excepcional.
Y esa derrota afecta a la mente del deportista no solo por lo que se supone obvio, sino porque en muchos casos es sinónimo de final del camino, de ostracismo, de incertidumbre personal, laboral o social.
Cómo medir lo inmedible?
En el siglo del Big data, cómo medimos el miedo, la motivación, la pasión, el hastío,…?
Sin duda, nuestra falta de conocimiento en ese terreno nos haga “dejarnos olvidadas” las tareas pendientes para prestar no solo atención sobre lo visible, sino anticiparnos, prever, fortalecer o evitar (si es posible) lo que muchas veces las herramientas convencionales no ven.
Hay que sumergirse en terrenos bastante desconocidos para los entrenadores si queremos preparar a nuestros deportistas de forma realmente integral.
Mente y cuerpo, una dualidad inseparable en el entrenamiento
Si todavía queda alguien con argumentos para obviar la importancia de la mente del deportista -y no solo para la toma de decisiones- sino como parte de su salud, esperemos que este post pueda haber ayudado a hacer más visible la necesidad evidente de que al deportista-persona debemos mirarlo, entrenarlo y considerarlo tanto en su físico como en su mente, y nunca obviar aquello no medible.
Evidentemente no hemos querido enfocarlo desde la óptica médica, ni incluso psicologica, sino como reflexión sobre algunos procesos que, a pesar de ser muy conocidos, a veces se olvidan.