Las exigencias derivadas de la CoVid, no siempre las mismas en función de las comunidades autónomas y en atención también a las distintas situaciones epidemiológicas, están obligando a los entrenadores de baloncesto a practicar metodologías diferentes, a renovar su repertorio y a introducir nuevos estímulos en sus entrenamientos, más enfocados ahora en el jugador y menos en el equipo.
Más “cómos”, “porqués” y “paraqués”
Lo hablaba con David Barrio, Chave, Fernando, Javier Martínez y otros entrenadores de la sede de Valladolid del Campus Gigantes al que he asistido la pasada semana. Y lo confirmaba Rafael Gil, entrenador del Basket León: “al jugador le cuesta entender los porqués”. Son buenos ejecutores de lo que se les pide, recuerdan ejercicios y anécdotas, pero no los terminan de contextualizar. A esto no ayuda la ausencia de defensa, de ejercicios con contacto e igualdad numérica, pero debemos insistir.
A la imaginación por la vía de la realidad
Ante las dificultades del entrenador, un jugador mediocre en un alto porcentaje de casos, para reflejar detalles técnicos. Ante las limitaciones para poder reconstruir escenas más o menos adaptadas al baloncesto real o la imposibilidad de observarlas a vista de pájaro. Frente a la carencia de cultura baloncestística heredada en la mayor parte de las ocasiones, pongan un televisor. Sí, un televisor o cualquier otro medio de reproducción audiovisual donde los jugadores puedan ver cómo lo hacen los mejores, quiénes fueron Larry Bird o Steve Nash, en qué momento y por qué cambiaron algunas reglas… Lo comprenderán mejor.
¿Tomar decisiones o reaccionar a estímulos? Ayudar a mirar (y a dónde mirar)
La velocidad a la que se juega el baloncesto actual pone en entredicho el trinomio clásico percepción-decisión-ejecución, al menos en el nivel consciente. “Ayúdame a mirar” le decía Diego a su padre en el cuento de Eduardo Galeano, sentado ante la inmensidad del mar. A mirar y anticipar, dos cuestiones ligadas con la percepción y con el conocimiento del juego, sobre todo cuando a las defensas se les limita la capacidad para improvisar. Pero el jugador tiene que mirar y reconocer, antes de que sucedan, si es posible, situaciones y reacciones defensivas. Y para eso tiene que saber dónde hacerlo. Y casi nunca es hacia el dichoso cono ni hacia ese lugar desconocido que los entrenadores no indican cuando dicen aquello de “levanta la cabeza”.
Baloncesto sin contacto no significa sin competición
La imposibilidad, en muchos casos, de diseñar tareas con igualdad numérica, juegos con contacto real, además de suponer un desafío en la enseñanza de la propiocepción y una faceta importante del desarrollo motor como la absorción de contactos y su utilización para beneficio del jugador, no impide que los chicos compitan mientras entrenan. Ejercicios de tiro, oposiciones condicionadas y situaciones para premiar el riesgo en la toma de decisiones o la mayor velocidad de ejecución deben aparecer en nuestros entrenamientos para incrementar el atractivo de las sesiones y fijar la motivación de los jugadores.