Qué mejor que celebrar el día del padre con un artículo en el que analicemos la importancia de la figura del padre para un hijo deportista y que dedicamos a todos aquellos que alguna vez han desempeñado ese rol.
El padre incitador
Todo comienza normalmente cuando el padre se empeña (valga obsesiona como sinónimo) en que su hijo que apenas ha empezado a caminar se inicie en el deporte que al progenitor le apasiona.
Ahí, la aventura afronta un primer camino de obligación para el niño – porque lo dice mi padre- y que suele durar un tiempo no excesivamente largo.
Incitar a la práctica prematura del deporte favorito del padre es uno de los “pecados” por el que pasan muchos progenitores.
Desde ahí, dos caminos se abren al futuro: abandono prematuro por ausencia de interés (no a todos nos gusta lo mismo) o continuación de la afición por hábito aceptado (triunfo por la mínima…de momento).
Acepta a tu hijo como un ser distinto a ti
Si a tu hijo no le gusta TU DEPORTE, no has fracasado por mucho que te duela, sino que es parte esa individualidad del ser que nos hace únicos.
Ahora, un buen padre tiene la obligación de mostrarle otras disciplinas, invitarle a descubrir qué deporte le puede gustar, o animarle si ha elegido otra.
Es el momento de contarle lo importante que es la práctica deportiva para su salud, y si es con el ejemplo mucho mejor.
El convencimiento de la importancia de la práctica deportiva es mucho mejor desde el ejemplo. Haz deporte, papá
El padre entrenador de un hijo deportista
Son esos primeros años en los que tu hijo parece que muestra cierto interés por ese deporte, y tú con tu experiencia quieres demostrarle que fuiste un “crack mundial“. Llega el momento de los consejos, recomendaciones, prácticas intempestivas, críticas “constructivas”, análisis post-partido, charlas “pre y post coche”…
Ese niño que probablemente juegue por el simple hecho de disfrutar de la práctica deportiva, se vea inmerso en una especie de scouting parental que puede asomar otra vez la drástica decisión de abandono; en este caso por “machaque de inputs”.
Solo los más fuertes sobreviven a un padre entrenador.
El padre acompañante
Mágicamente llega un momento en tu vida como padre que entiendes – bien porque tu hijo te lo ha dicho claramente, o bien porque has visto la inutilidad de tus argumentos- que ser padre de un hijo deportista no va de ser su entrenador, ni tampoco de ser caddie; esto va simplemente de disfrutar de ser su padre.
El padre disfrutón
Es la escala más alta del ranking de ser padre de un hijo deportista. Una especie de culmen o éxtasis que se alcanza cuando realmente sabes que es importante que tu hijo practique deporte, que está mejorando su salud, sus relaciones sociales, sus valores,…que se está esforzando por ser mejor, que compite, que se reta,…
Esto de ser padre de un hijo deportista va simplemente de disfrutar de eso mismo.
Para ti el día del partido o de la competición es un gran día porque te encanta ver a tu hijo, pasar un buen rato con él. Es de los momentos señalados en el calendario cual agenda de un ejecutivo ocupado.
Todo lo que rodea ese día tiene magia, la preparación en casa, el desayuno, el viaje en el que se recuerdan momentos pasados y se sueñan futuros, el beso de la suerte antes de dejarlo con su verdadero entrenador, las pipas del durante, el beso de después, el viaje de vuelta planteando qué vamos a hacer después, dónde vamos a ir,…
Ese es el karma a alcanzar y es entonces, como dice ese famoso anuncio, cuando ser padre COMPENSA y MERECE realmente la pena.
Y tú, ¿qué otros momentos “padre” conoces? Gracias por compartirlo.