No creo que Miki Vukovic quisiera tener un millón de amigos cuando comenzó su carrera en el baloncesto. Sin embargo, muchos jugadores, entrenadores y directivos, también gente de fuera de este mundo lo han despedido como tal, como un amigo de toda la vida. Así lo afirman Amaya Valdemoro, Anna Montañana, Berni Álvarez, Víctor Luengo y tantos otros en este adiós definitivo a uno de los grandes maestros.
La clave fue Miki Vukovic, reconoce Nacho Rodilla al rememorar la victoria en la Copa del Rey de 1998. Y a continuación habla de retos, autoestima y también de táctica y puro baloncesto. En todos estos aspectos brillaba el druida de Kraljevo, continuador de una amplia estirpe y maestro de muchos otros grandes entrenadores yugoslavos. Aunque no se les pareciera en nada, con su carácter afable y cercano. O sí, con su ética de trabajo y su elevado umbral de exigencia.
Miki Vukovic, ejemplo de entrenador ligado a un proyecto
Quiso encarnar, aunque no le dejaron del todo, la figura del entrenador ligado a un proyecto, no la de un proyecto esclavo de un entrenador. Miki Vukovic no quiso volver a entrenar después de ser destituido en Valencia, su casa, donde ya llevaba diez años después de ganarlo todo con el mítico Dorna Godella. En alguna entrevista admite estar seguro de haber podido levantar, de haber seguido, el trofeo de una Euroliga, tal era su ambición. Tal, su misión.
Sin embargo, cinco años le bastaron para sembrar la idea de lo que después ha sido y es el Valencia Basket, un modelo de éxito anclado en unos valores que sigue bebiendo de la era Vukovic, no en vano su apellido presta nombre a la sala de entrenadores de L´Alqueria. No hay muchas cotas más altas que dar por cerrada una carrera, o una vida, y poder haber dejado un legado, amén de contar con el respeto y la admiración de todo el oficio.
El maestro Vukovic aunó a la ética de trabajo un carisma y una humanidad irrepetibles
De cómo se consigue esto muy pocos pueden hablar, aun habiéndolo logrado. Es un asunto que linda con lo inefable, pues no se suele reflexionar al respecto. Es más, me atrevo a pensar que ante todo hay una humanidad que trasciende, un carisma que seduce, un ejemplo que lidera y transmite. Nada premeditado, a fin de cuentas, pues esto de entrenar va de tejer relaciones humanas de modo que cada hilo ocupe el espacio adecuado para formar una trama lo suficientemente densa, por un lado, y lo suficientemente flexible y adaptable a la incertidumbre cotidiana.
Nos quedan los vídeos, los libros y el testimonio de poco menos de un millón de amigos
Es así, pienso, cómo se gesta un proyecto. Desde la planificación, sí, pero también desde una labor diaria sometida a los peligros del hastío o la procrastinación. Y en estos vicios no debió de caer nunca el maestro Miki Vukovic, entre otras cosas porque era un enfermo del baloncesto y la victoria. O seguramente porque, como a tantos otros, le impulsaba el temor a la derrota, a esa culpa y vergüenza que arrastra el perdedor y que tan mal se ha llevado siempre en aquellos lugares donde las batallas han sido en tantas ocasiones a vida o muerte.
Descanse en paz, maestro, nos quedan los vídeos, los libros y el testimonio de poco menos de un millón de amigos a los que ha dejado un poco más huérfanos, un poco más tristes.