“¿Cuánto hay que remontarse en el tiempo para descubrir el origen de un problema?”
(Philip Roth)
En la película Indiana Jones y la última cruzada, el personaje interpretado por Harrison Ford contaba con un libro elaborado por su padre que incluía una detallada investigación y numerosos mapas con infinitas indicaciones sobre cómo y dónde encontrar el Santo Grial. Sin embargo, aquel mapa no tenía utilidad: era necesario definir el lugar de partida, el origen de la búsqueda.
Páginas norteamericanas aportan datos que apuntan a una correlación positiva entre el rendimiento de los equipos en pretemporada y durante la temporada regular. A tenor de este estudio, aproximadamente un 67% de los patrones estadísticos cosechados en la fase preparatoria se reproducían más adelante. Conviene, en cualquier caso, tomar los datos con precaución pues hay equipos, como los San Antonio Spurs de los últimos años, o el Real Madrid de Pablo Laso, que al tener mucho más asentadas sus dinámicas y estructuras, planifican sus pretemporadas sin tanta urgencia.
Escalofriante es, sin embargo, el dato que hablaba de siete entrenadores despedidos antes de la pasada Copa del Rey en la liga ACB. La mayor parte de esos equipos –Baskonia aparte– se quedó lejos de conseguir sus objetivos o sufrió de manera notable para alcanzarlos y, aunque no podamos declarar la existencia de una causalidad evidente entre ambos hechos, es posible que determinadas circunstancias, hábitos o inercias peligrosas comenzaran a incrustarse como parásitos en el esqueleto de estos equipos desde los primeros días de la pretemporada.
Boston Celtics 2007-2008. El ejemplo de una pretemporada decisiva.
“Hacia el tercer día en Roma ya sabía que formaba parte de un grupo muy especial, que nunca había vivido nada igual. Nunca había estado en un training camp con sesiones de tanta intensidad. Fue una locura”.
Con estas palabras definía Brian Scalabrine, cuatro suplente de los Boston Celtics de la temporada 2008, las sensaciones que se llevaron los pupilos de Doc Rivers de la gira europea que iniciaron en la capital de Italia, en la primera etapa de un camino que los convirtió en campeones tras firmar una temporada regular con sesenta y seis victorias tras haber tenido que ensamblar rápidamente piezas del calibre de Ray Allen y Kevin Garnett.
“Quiero que nuestro equipo defienda como los Chicago Bears de 1986”. Doc Rivers envió un claro mensaje a la plantilla: aquel equipo, que defendía título de la NFL, consiguió la tercera mejor marca de todos los tiempos; los Celtics de 2008, la segunda desde la introducción de la línea de tres puntos si sacamos de la ecuación los años en los que estuvo permitido el hand-checking.
Del mismo modo, a Phil Jackson le obsesionaba fijar durante la pretemporada los principios filosóficos de su plantilla, algo que se volvía más complicado cuando, como era habitual en su caso, sus equipos venían de ganar un campeonato. En octubre ya debía tener fijadas las pautas de comunicación, los hábitos colectivos y, por supuesto, las bases para la comprensión del triángulo ofensivo, una estructura que situó por encima de la iniciativa individual de los jugadores, se llamaran estos Kobe Bryant o Michael Jordan.
Objetivos muy distintos se plantea John Calipari cada vez que recibe en las instalaciones de la Universidad de Kentucky a la mejor remesa posible de jugadores recién salidos del instituto. Más allá de que comprendan el dribble-drive motion, su papel pasa por encontrarles compañeros de habitación responsables, inculcarles hábitos de estudio y entrenamiento, hacerles saber que los equipos de la NBA, que cada poco envían observadores a los entrenamientos, se fijarán en cualidades muy distintas a sus dotes anotadoras. “This is Kentucky!” les dirá.
This is Kentucky como “esto es Badalona, Murcia o Estambul”. No hay diferencias cuando se trata de determinar unos principios y unos valores dentro de una organización o grupo humano, una de los principales objetivos que debe perseguir toda pretemporada. Ello sin desmerecer la labor arquitectónica que llevarán a cabo los cuerpos técnicos de los diferentes clubes a la hora de armar estructuras de juego ofensivo o defensivo y planificar, dentro de ella, el desarrollo individual de los jugadores. Como no es menor, tampoco, la tarea que llevan a cabo los preparadores físicos y los fisioterapeutas poniendo a punto esos organismos a los que más tarde pediremos rendir con consistencia y bajo presión. Ni la de los delegados o “team managers” creando las condiciones propicias para que los jugadores se sientan como en casa estando muy lejos de ellas.
Por nuestra parte únicamente un consejo: diseñen el mapa y no olviden situar el inicio. De ello dependerán las opciones de su equipo de llegar a salvo hasta el grial.