Escrito en colaboración con Gabo Loaiza
Muchas veces se nos olvida que jugar en la cantera de un equipo profesional va mucho más allá del sentido idílico de la práctica deportiva, generando expectativas personales, familiares y del entorno – dichoso entorno– que se traducen a modo de presión a veces inaguantable para jóvenes que, aunque talentos deportivos, siguen siendo niños en crecimiento. Analizamos en este blog el valor de un jugador joven de élite.
El fatídico caso de Jeremy Wisten
Y este puede ser el caso de Jeremy Wisten, que con 17 años ya jugaba en la cantera del Manchester City. Uno de los miles de jugadores listos para dar el salto al profesionalismo, o como ellos – cual jóvenes intrépidos- lo ven: coches de lujo, mansiones de lujo, millones de seguidores en Instagram…por solo jugar a su deporte favorito.
Pero como tantísimos otros, a Jeremy le comunicaron que no contaban más con él, y ahí se truncaron las esperanzas, cayendo en una depresión que acabó con un suicidio fruto de la misma.
El club, Manchester City, emite un pequeño y breve comunicado en las redes sociales, esas mismas que para Jeremy significarían loor de multitudes:
“La familia del Manchester City está muy triste al enterarse del fallecimiento del jugador de la academia Jeremy Wisten. Enviamos nuestro más sentido pésame a sus amigos y familiares. Nuestros pensamientos están con vosotros en estos momentos tan complicados.”
La élite de la formación
Desde estas líneas queremos poner este tema encima de la mesa de la formación de jugadores de élite; y es que, a la tamaña dicotomía de ganar o formar -ya bastante superada-, debemos incluirle esta otra:
¿Hasta qué punto la profesionalización del deporte formativo, el todo vale o el deporte entendido como negocio causa estragos entre los más jóvenes?
¿Están todos los clubes concienciados de la presión a la que llevan a estos chicos y chicas? ¿Están estos deportistas preparados para las enormes exigencias, compromiso y presión mental, contextual y personal tan grande?
¿Alguien es responsable de que estos chicos desde prácticamente infantiles se la jueguen todo a la carta de convertirse en profesionales? ¿Cuál es el valor de un jugador joven de élite?
¿Los padres-agentes que los acompañan están preparados y formados en educación emocional y psicológica para hacerles entender los riesgos que el fracaso de las expectativas puede conllevar?
Los riesgos de apostarlo todo al éxito
El apostar todo por perseguir tu sueño en una sociedad tan competitiva como en la que vivimos, puede hacer que se nos olvide lo más importante: ser felices. Éxito y felicidad no funcionan como sinónimos, lo sabemos.
Las canteras de los grandes clubes tienen como objetivo formar personas y deportistas de alto nivel. Hay muchas voces que están empezando a sentir que en formación estamos tratando a los jóvenes como pura mercancía, lo que les genera un estado de desprotección o de indefensión que no saben, ni pueden controlar.
Las estadísticas dicen que aproximadamente tan solo uno de cada 7.000 llega a ser más o menos profesional del deporte que practica. Cifras demoledoras que causan tasas de frustración, decepción en los que más se aproximan a esa lotería. Y eso sin hablar del fracaso escolar casi obligatorio provocado por la desmotivación hacia el esfuerzo del estudio y el maná futuro con el que sueñan.
Enseñar a fracasar, ¿es posible anticiparse?
Focalizar tanto el proceso de entrenamiento en la optimización del rendimiento, puede provocar que no estemos preparados para reaccionar al fracaso o a las decepciones. Éstas forman parte de todo proceso formativo-educativo y no debemos obviarlas.
¿Pensamos más en sacar rendimiento a los jóvenes deportistas (y no tan jóvenes) que en ayudarlos? En la actualidad contamos con multitud de sistemas y personas que nos permiten controlar el entrenamiento, y con esto garantizar la adquisición de una forma deportiva óptima y el desarrollo de nuestras potencialidades físico-deportivas. Pero, ¿invertimos en desarrollar al humano deportista integralmente?, ¿nos preocupa su entorno?, ¿hacemos por conocer sus inquietudes, intereses o expectativas?
Insuficientes brotes verdes
Afortunadamente son muchos clubes de élite los que empiezan a incorporar profesionales de la educación/psicología para tutorizar y mentorizar a estos incipientes deportistas de élite, pero todavía queda un gran camino por recorrer.
El caso de Jeremy aunque el más grave, no esconde otros muchos casos de juguetes rotos, y dicta muy a las claras que no siempre se hace el trabajo correctamente y, aunque no sea siempre responsabilidad del club, este debe controlar cada vez más elementos transversales de la vida de un jugador joven.
Lo decía Álvaro Benito en una reciente entrevista para el diario “El Mundo” https://www.elmundo.es/deportes/futbol/2020/10/20/5f897342fc6c83ce568b4583.html
Álvaro era uno de los grandes talentos del fútbol español, una lesión truncó su carrera. A partir de ahí, quienes lo llamaban, quienes lo endiosaban, desaparecieron. El tránsito por la adversidad saca lo mejor y lo peor de las personas que nos rodean, nos ayuda a conocerlas.
Para reflexionar sobre el valor de un jugador joven de élite
Por desgracia, no es un caso aislado, ni es exclusivo del deporte formativo. Quizá deberíamos pensar si estamos contentos con la sociedad que estamos creando y construyendo entre todos, donde a veces se nos olvida, parafraseando a Machado, que “por mucho que un hombre valga, nunca tendrá un valor más alto que el de ser hombre”. La persona por encima de la condición social, económica, raza y cultural.
Que su muerte nos sirva al menos para reflexionar y ser mejores.
Jeremy Wisten, D.E.P.