Hoy rescatamos cinco tiros que pudieron cambiar la historia de sus ligas, sus equipos y sus protagonistas.
1. Mike Ansley o el penalty de Djukic
Todo el mundo era de Unicaja aquella primavera de 1995 en la que la versión evolucionada del Maristas de Málaga se enfrentaba al todopoderoso Barcelona en la final de la ACB. Aquel equipo, excepcionalmente entrenado por Javier Imbroda, contaba con la misma aura que había acompañado la temporada anterior al Deportivo de la Coruña. Esa mezcla de oficio nacional (Curro Ávalos, Nacho Rodríguez, Manel Bosch y, por supuesto, Alfonso Reyes) y talento internacional (Sergey Babkov, Kenny Miller y Mike Ansley) tuvo la liga en su mano en dos momentos de la final: durante el segundo partido y al final del cuarto, sobre todo al final del cuarto.
Mike Ansley, una suerte de clon del Charles Barkley de la última época, encaraba a Darryl Middleton en los últimos segundos del cuarto partido. Ventaja de 2-1 para los malagueños y 78-80 en el luminoso. Frente a los 5.000 aficionados que llenaban el Ciudad Jardín, tras varios cambios entre piernas y una finta de arrancada (hesi move), Ansley sujetó el balón sobre la palma de su mano izquierda y armó un lanzamiento muy rápido apenas molestado por el costado izquierdo de Middleton. Sin embargo, al igual que sucediera con el penalty de Djukic, la pelota golpeó la parte posterior del aro. El quinto partido no tuvo historia. Nadie olvidará, tampoco, esta derrota.
2. La mano de Dios se cambió de bando.
En septiembre de 2006 Manu Ginobili era un jugador imparable en el 1×1. Sergio, el “oveja”, Hernández lo sabía, tanto que con 75 a 74 en el marcador, dejó que su estrella generase la canasta que les diera el pase a la final del mundial. Y Ginobili daba miedo. Tanto que cuando amenazó cambiar de ritmo hacia su mano izquierda, Navarro se venció tanto que le fue muy sencillo superarlo con un cambio de mano. Pero Garbajosa era muy listo. Y saltó al camino, abandonando a Oberto, a quien probablemente Manudo nunca hubiera doblado el balón decisivo.
Y Rudy tuvo otra idea, quizá fuera el resultado de tantos y tantos años de defensa por actividad en la Penya. Y se metió en segunda ayuda, de forma probablemente innecesaria. No sé si hubiera podido conciliar el sueño aquella temporada si el resultado del tiro de Nocioni, completamente abierto en esquina, hubiera sido distinto. Si Argentina hubiera pasado a la final para completar el oro de los Juegos con el trono mundialista. Esta vez Dios cambió de bando. Sonaron sevillanas en Japón. Cambió la historia del baloncesto en España.
3. Bandeja por derecha exige instant replay
Si la final de la Copa de Europa de 1996 se hubiera jugado ahora, veinticuatro años después, la polémica con la que finalizó hubiera quedado en nada. Montero hubiera hecho un mate y la historia hubiera sido otra. Eso o Dorizon hubiera encargado la revisión de la jugada y hubiera decretado el tapón de Vrankovic como ilegal.
Es curioso que toda una temporada de baloncesto continental pueda decidirse por una bandeja: derecha-izquierda-derecha, como si se tratara de una rueda de calentamiento. Y que la historia de un club como el Barcelona, que entonces aún perseguía su primer entorchado en la máxima competición europea, dependiera tanto de una decisión que, aun vista ahora, no era fácil de acertar en tiempo real, con la fatiga de todo un partido detrás, delante de los ojos de medio mundo.
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4. One (almost) shining moment
“A 3 pulgadas de la mayor historia de baloncesto jamás contada”. Así tituló Zak Keefer su crónica para el Indy Star el día después de que Butler pusiera contra las cuerdas a la todopoderosa Duke en la final del torneo universitario. 3 pulgadas que pusieron sobre las rodillas al tipo más hierático e impasible del baloncesto profesional americano, un Brad Stevens que no pudo mantenerse en pie al sentir tan cerca el tacto de la gloria, el final perfecto para el cuento de la Cenicienta.
Había algo en los rostros de las cheer leaders de Butler que invitaba a la fe. Ese movimiento nervioso de pompones recordaba que ya lo habían hecho antes. Zoubek se encuentra en la línea de tiros libres para su segundo lanzamiento. Butler no tiene tiempos muertos, recuerdan en la CBS, “así que Butler espera que lo meta”, comentan. Pero falla y molesta el primer bote de Gordon Hayward hacia su canasta. 3 segundos y 6 décimas no son demasiados, menos aún si no hay carril limpio hacia la pista contraria. Kyle Singler también interrumpe la estampida.
Pero la bola sale de las manos del excepcional alero de Indiana, un verdadero hoosier, justo antes de que suene la bocina. Y se encamina al aro, con arco suficiente, con malas intenciones. Y toca el tablero en un punto desde el que fácilmente pudiera haber rebotado hacia el interior del aro. Pero se queda corto. Por tres pulgadas que nos devolvieron a la realidad. Ni Hoosiers ni cenicientas, Duke, como casi siempre. Pero Butler también, para siempre, para la historia. Con Stevens de rodillas y las manos sobre la cabeza de Hayward.
5… ¡y 6! La sombra de Jordan es alargada
Nadie recuerda lo que sucedió en los últimos 5 segundos y 2 décimas del sexto encuentro de las finales entre Utah Jazz y Chicago Bulls. Jordan acababa de dejar para el recuerdo el que debía ser su último lanzamiento, ya saben, Joooooordan. Pero Sloan pidió tiempo muerto. Y claro, se la jugó con un bloqueo directo central de Malone para Stockton, quien se elevó sobre Ron Harper aprovechando el ligero contacto de este contra el bloqueo. Pero se quedó justo corto, como siendo consciente de lo que estaba en juego. Quién era él, a pesar de llamarse John Stockton, para robarnos esta historia.
La mejor temporada regular de la historia (73-9) terminó sin anillo después de que los Cavaliers consiguieran la mayor remontada de siempre en el deporte americano. Un triple de Irving sobre Curry, a quien se dedicaron a buscar con insistencia en el último cuarto, dejó en las manos del propio Stephen, el mejor lanzador sobre bote que conoce nuestro deporte, la posibilidad del empate, la prórroga y una nueva oportunidad de redondear la temporada.
El escenario parecía perfecto, con Kevin Love en la marca a ocho metros del aro. Curry fintó que lanzaba desde allí y Love reaccionó. Curry cruzó el paso para arrancar a izquierda, amenazó agarrar el balón levantando la mirada y se lo cambió de mano mientras Love recuperaba como podía la estabilidad para llegar a puntear un tiro que Curry habría metido cientos de veces aquella temporada. Pero falló y la temporada perfecta sigue siendo la de los Bulls de 95-96. De nuevo el legado de Jordan.